Comentario del mensaje del 25 de diciembre de 2013

“¡Queridos hijos! Os traigo al Rey de la Paz, para que Él os dé su paz. Vosotros, hijos míos, orad, orad, orad. El fruto de la oración se podrá ver en los rostros de las personas que se han decidido por Dios y su Reino. Yo, con mi Hijo Jesús, os bendigo a todos con la bendición de la paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”

“Sed perseverantes en la oración velando en ella y dando gracias” (Col. 4, 2). La oración es una llamada continua. Si la fe está en crisis es, casi siempre, por la falta de oración. No hay vigor evangélico porque falta relación con Dios. Cristo quiere habitar en nuestros corazones, llenarnos de su gracia, pero sin oración, sin el deseo profundo de su luz todo se torna difícil y complicado. Prepararnos, velar, estar a punto… todo es necesario para ponernos en tensión, para encontrarnos con el Señor. La Navidad es el Señor que quiere nacer en nuestros corazones. Es necesario que limpiemos nuestras almas para que eso pueda ser así. Limpiar de nuestro pecado, de nuestro egoísmo, de nuestros afectos desordenados, del afán por el tener cosas materiales. Nuestro deseo debe ser el Señor. Si rezamos viviremos en paz, tendremos la alegría de nuestro Dios en nuestros corazones. “Las personas más desdichadas que he conocido no son las más enfermas, ni las más pobres, ni las más ignorantes, sino las que no sienten amor a Dios, y las que no tienen alegría” (Beata Madre Teresa de Calcuta). Os invito a rezar esta Navidad con esta oración clásica. No hay que hablar de la oración, hay que orar. De la misma manera que no se dan clases teóricas de natación, se nada. ¡Que la Gospa nos ayude a ser personas de oración!

Oración de Navidad.

“Señor no me permitas olvidar el porqué de Tu venida al mundo”

Si naciste en un pesebre para enseñarme la humildad, hazme humilde de
pensamiento, palabra y obra.

Si escogiste por madre a una doncella pura, ayúdame a llevar en el
corazón un ápice siquiera de la pureza de María.

Si los mismos Reyes llegaron a adorarte, graba en mi cerebro el
mensaje de esa adoración: que el poder mundano, la riqueza material y
la gloria terrenal no tienen valor alguno frente a la eternidad de Tu
propio reino.

Si fueron los pastores a los que Tu ejército celestial dieron aviso
de Tu nacimiento, enséñame a amar a mis hermanos menos afortunados
así como Tú pensaste también en ellos.

Si naciste, padeciste y moriste por mostrarme de lo que es capaz Tu
amor, no permitas que pase por la vida sin amar cuanto de bello y de
bueno pongas a mi paso.

Jesús que me conmueves como niño en los brazos de Tu madre, que me
oprimes el corazón cuando Te veo en la cruz agonizando por nosotros,
hazme digno siquiera de arrodillarme también ante tu pesebre.

No dejes que esta Navidad pase indiferente ante tu iglesia…no
permitas que las frivolidades de la vida mundana me hagan olvidarme
de ti.

Ilumina mi entendimiento para que esta Navidad mi corazón se inunde
de sincero amor a Ti y a mis semejantes. Haz que te rinda culto no
con brindis, ni con cascabeles sino con el perdón y la misericordia,
con la humildad y la devoción, CON MI ENTREGA ABSOLUTA A TI. Amén.

P. Ferran J. Carbonell