Testimonio de Juan Pablo Faúndez Allier: “Los frutos del ayuno”

La ventura nos trajo a Salamanca junto con mi esposa, hace algo más de 4 años. La Pontificia Universidad Católica de Chile me enviaba a doctorar a esta hermosa ciudad, con el objeto de perfeccionar mi formación en Filosofía y Derecho Canónico. Como hermanos que seguimos el itinerario del Camino Neocatecumenal, fuimos recibidos gratamente en la tercera comunidad de la Parroquia San Martín, la que ha sido testigo de nuestra vida durante este tiempo, vida que se ha desbordado con el nacimiento de nuestros tres primeros hijos.

Afrontando próximamente el viaje de retorno a nuestra lejana patria, nos ha impactado el testimonio de los hermanos que han peregrinado y regresado desde Merdugorje. Vivencias que manifiestamente nos han motivado a asistir y orar en el lugar donde la Santísima Virgen está conduciendo a esta generación a hacer la voluntad de su querido Hijo. Nuestros hijos pequeños, visitas de familiares y el fin de la tesis doctoral impidieron que partiésemos en la primera peregrinación organizada por las comunidades de nuestra parroquia. Aunque, visto el amor de la Madre del Cielo por este querido hijo, mediante mi catequista Alicia, la Virgen me inspiró a acoger la invitación del ayuno semanal sin partir aún a las tierras eslavas. Progresivamente mi cuerpo fue asimilando las privaciones que esto implicaba, esperando el momento de apoyarme en la antigua usanza de pan y agua hasta finalizar el día. Un primer fruto fue el reordenamiento interior, la paz y la recuperación de las certezas de fe que me habían acompañado siempre, aunque apagadas durante un cierto tiempo de dudas teóricas… Un viernes de octubre sentí, ya recobrada la deseada intimidad con Jesucristo, que era el momento del kairós que me invitaba a hacer el ayuno por la jornada completa. Para gloria suya, acontecieron ese mismo día tres sucesos de gracia manifiesta: llamaba el Decano de la Facultad de Derecho Canónico de la U. Pontificia de Salamanca para comunicarme que la Universidad me concedía una beca para completar mis estudios en Derecho Canónico (los que no sabía si podría terminar); me confirmaban desde Chile que volvería como profesor jornada completa para enseñar Filosofía y Derecho Canónico en la Facultad de Teología de la Pontificia de Valparaíso, y; finalmente, al anochecer, un matrimonio de la comunidad llegaba de sorpresa a nuestra casa portando un carrito para la bebé más pequeña, claramente, a mi juicio, animados por la maternidad de María.

Estos guiños de la Virgen han significado un hito como el que sintiera en anteriores peregrinaciones a Lourdes o Fátima. Tengo la certeza que en esta cercanía que aumenta día a día con el rezo del Rosario, la Madre del Cielo susurrará un nuevo kairós para concretar nuestra presencia física ante ella, en aquel oculto lugar de Europa. Por ahora, y mientras esperamos ese momento, doy fe de los frutos del ayuno en el acontecer de mi vida, queriendo apurar con los memoriales vividos su encuentro misterioso.

Juan Pablo Faúndez Allier
Salamanca, 22 de diciembre de 2011

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