29/11/2016 – Mirjana, vidente en Medjugorje: «Puedo decir esto: Nuestra Señora está pensando cambiar el mundo»

Mirjana, durante una de las visiones que tiene los días 2 de cada mes.

Mirjana, durante una de las visiones que tiene los días 2 de cada mes.

El día de Navidad de 1982, Mirjana Soldo (Dragicevic antes de su matrimonio con Marko Soldo, con quien tiene dos hijas) recibió de la Virgen María diez secretos que debe custodiar hasta el momento de darlos a conocer. Conciernen al futuro de la humanidad, como explica en Mi Corazón triunfará (LibrosLibres), su testimonio y memoria de las apariciones, un libro recién publicado en España, que a lo largo de 314 páginas desvela datos y hechos desconocidos sobre los hechos que tienen lugar en dicha ciudad Bosnia desde 1981.

Esa revelación fue uno de los momentos más conmovedores para ella, porque la contrapartida de ser la primera de los seis videntes de Medjugorje en recibirlos fue ser también la primera en dejar de recibir las visiones diarias.

He aquí un extracto del relato, contenido en el Capítulo XIV de Mi Corazón triunfará (los ladillos son de ReL):

“El 23 de diciembre de 1982, Nuestra Señora se me apareció como de costumbre y, como siempre, fue una bonita experiencia que llenó mi alma de alegría. Pero hacia el final, me miró con ternura y dijo: ‘El día de Navidad me apareceré a ti por última vez‘.

»La aparición terminó y yo me quedé pasmada. Había escuchado con claridad lo que había dicho, pero no podía creerlo. ¿Cómo podría vivir sin las apariciones? Me parecía imposible y recé intensamente para que no fuera verdad.

Triste Navidad 

»Al día siguiente, víspera de Navidad, ella intentó prepararme de nuevo, pero todavía no podía comprenderlo. Me pasé casi toda la noche suplicando a Dios que me dejara más tiempo con ella.

»Mientras mis padres y mi hermano celebraban el día de Navidad con villancicos, oraciones y comida, yo estaba lejos, demasiado consumida por la preocupación como para unirme a ellos. Allí estaba, rodeada por mi querida familia, a punto de pasar parte de la Navidad con la misma mujer que dio a luz a Jesús dos mil años antes, y no podía ni siquiera sonreír.

»Mi presentimiento aumentaba a medida que la aparición se acercaba. Mi madre, mi padre y mi hermano, que se habían puesto sus mejores vestidos para la Navidad, estaban arrodillados a mi lado. Rezamos el rosario para preparar su venida. Cuando finalmente apareció, Nuestra Señora sonrió con amabilidad y me saludó en su modo materno habitual. Me quedé fascinada; su vestido irradiaba el mismo y espectacular color dorado que había tenido la Navidad anterior. En ese momento era imposible seguir estando triste con toda su gracia y hermosura brillando sobre mí.

Diez secretos 
»Mis padres después me contaron que la última aparición diaria duró, de manera extraordinaria, cuarenta y cinco minutos. Nuestra Señora y yo hablamos de muchas cosas. Resumimos esos dieciocho meses juntas… todo lo que nos habíamos dicho unos a otros y todo lo que me había revelado. Me confió el décimo y último secreto y me dijo que tendría que elegir a un sacerdote para una tarea especial. Diez días antes de la fecha del acontecimiento presagiado en el primer secreto, debía decirle a él lo que sucedería. Entonces se suponía que él y yo oraríamos y ayunaríamos durante siete días y, tres días antes del acontecimiento, el sacerdote lo revelaría al mundo. Los diez secretos se revelarán de este modo.

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»Nuestra Señora me dio también un regalo precioso. Me dijo que se me aparecería una vez al año, el 18 de marzo, durante el resto de mi vida. El 18 de marzo es mi cumpleaños, pero Nuestra Señora no eligió ese día por esta razón. Para ella mi cumpleaños no es diferente al de cualquier otra persona. Sólo cuando las cosas contenidas en los secretos empiecen a suceder el mundo entenderá por qué eligió el 18 de marzo. El sentido de la fecha será claro. También me dijo que tendría algunas apariciones adicionales.

»Entonces sacó algo parecido a un pergamino enrollado y me explicó que los diez secretos estaban escritos en él y que debería mostrarselo al sacerdote que eligiera cuando llegara el momento de revelarlos. Lo cogí de sus manos sin mirarlo.

»’Ahora tienes que dirigirte a Dios con fe como cualquier otra persona’, dijo. ‘Mirjana, te he elegido; te he confiado todo lo que es esencial. También te he mostrado muchas cosas terribles. Ahora debes cargar con ellas con valor. Piensa en mí y piensa en las lágrimas que debo derramar por eso. Debes seguir siendo valiente. Has captado rápidamente los mensajes. Pero ahora debes entender que debo irme. Ten ánimo’.

Un dolor insoportable 
»Me prometió estar siempre cerca de mí y ayudarme en las situaciones más difíciles, pero el dolor que sentía en mi alma era casi insoportable. Nuestra Señora era consciente de mi tormento y me pidió que rezara. Recité la oración que a menudo rezaba cuando estaba a solas con ella –la Salve Regina. (…)

»Me sonrió maternalmente y se fue. Me desplomé en el suelo y sollocé. Nunca pude imaginarme una Navidad tan triste.

»¿Cómo?, pensé. ¿Cómo podía ser que no vería más a Nuestra Señora cada día?

El pergamino 
»Me di cuenta de que aún tenía el pergamino que ella me había entregado. Habiendo visto a Nuestra Señora siempre como un ser físico, parecía natural en ese momento tomar un objeto de sus manos, como haría si fuera cualquier otra persona. Pero ahora que la aparición había terminado, estaba alucinada al ver el pergamino todavía conmigo. ¿Cómo era posible? Me preguntaba. ¿Cómo podía sostener un objeto venido del Cielo? Al igual que muchos otros hechos durante los anteriores dieciocho meses, sólo pude explicarlo como un misterio de Dios.

»De color beige, el rollo estaba hecho de un material parecido al pergamino: ni papel ni tela, sino algo entre medias. Lo desenrollé con cuidado y encontré los diez secretos escritos en una letra cursiva sencilla y elegante. No había decoraciones ni ilustraciones; cada secreto estaba descrito con palabras sencillas y claras, de un modo muy similar a como me los había explicado Nuestra Señora en un principio. Los secretos no estaban enumerados, pero aparecían en orden, uno detrás de otro, con el primer secreto en la parte de arriba y el último abajo, e incluía las fechas de los acontecimientos futuros. (…)

Confianza 
»Durante los diez días siguientes continué haciendo lo mismo cada tarde: me arrodillaba, rezaba y esperaba. Y cuando ella no venía, me desplomaba por la pena y lloraba. Los otros cinco videntes todavía veían a Nuestra Señora. ¿Por qué era yo la única que tenía que vivir sin ella? Ahora sabía por qué me dio mensajes más detallados y por qué me confió los secretos más rápidamente. Ella sabía que nuestro tiempo de estar juntas era limitado. (…)


Mirjana vio a la Virgen diariamente durante más de un año, como los otros cinco videntes.

»Me sentía culpable por estar tan triste, lo que provocaba que estuviera peor. ¿Cómo podía afirmar que era creyente si me negaba a aceptar los planes de Dios? Sabía que tenía que confiar, pero el dolor me parecía insuperable. (…)

»Mi deseo de ver a Nuestra Señora era tan fuerte que al final decidí intentar dibujarla. Cada artista tiene un ámbito y el mío siempre había sido el retrato de chicas y mujeres. Si pudiera capturar un poco, sólo un poco, de su belleza en un papel, entonces al menos tendría algo que mirar fijamente en su ausencia. Saqué mi material de dibujo e hice un boceto de su contorno, su vestido, sus brazos extendidos, e incluso los largos mechones de pelo negro que se asomaban por debajo de su velo. Pero cuando intenté dibujar su rostro, no parecía ella. Lo intenté varias veces, pero mi decepción crecía con cada intento fallido. ¿Por qué no podía hacerlo? (…)

Lo importante es cambiar de vida
»Cuando llegó la noticia a Medjugorje de que mis apariciones diarias habían terminado, todos se quedaron perplejos. Las conjeturas acerca de los secretos se hicieron incontrolables, pero tenía mucho cuidado en no decir nada que pudiera insinuar la hora y los contenidos. Me preguntaba si nosotros los videntes deberíamos haber mencionado que habíamos recibido los secretos; a menudo parece que la gente está más interesada en ellos que en los mensajes.

»La primera vez que Nuestra Señora me confió los secretos, me provocó un gran estrés y ansiedad. Pero con el tiempo Dios me ayudó a comprender y a aceptar todo. La gente siempre me ha preguntado sobre los secretos y no puedo criticarles que sientan curiosidad. Muchos tienen una fascinación natural por lo desconocido. Algunos han dicho que soy una privilegiada por conocer lo que sucederá en el futuro, pero yo no lo veo así. Sería mucho más fácil para mí si pudiera revelarlo todo ahora. Pero los secretos son la voluntad de Dios. Soy consciente de mi debilidad humana y puedo decir con seguridad que no soy yo quien guarda los secretos; solamente con la ayuda de Dios soy capaz de hacerlo. (…)

»Desenrollé el pergamino y lo guardé entre mis documentos importantes, pero me preocupaba que alguien pudiera encontrarlo y leerlo. Un día que mi prima y una amiga estaban en nuestro apartamento, algo me decía que se lo enseñara. Al principio me resistí, pero el sentimiento era imperioso. Saqué el pergamino de su escondite. Mi prima lo tuvo en sus manos y me dijo que vio un tipo de oración o poema. Mi amiga, sin embargo, dijo que vio una carta en la que una persona estaba pidiendo ayuda. Ninguna de las dos vio la misma cosa. Entonces me di cuenta de que sólo yo podía leer lo que en realidad estaba escrito. Lo más probable es que esto sucedió para que yo pudiera tener paz. A partir de entonces ya no volví a pensar en él ni me preocupé. Nuestra Señora nunca mencionó el incidente. (…)

»Mucha gente se preguntaba por qué Nuestra Señora me dio el pergamino. Algunos suponían que era para que no olvidase los secretos, pero esto no es exacto. Si me olvido de algún detalle, Dios es todopoderoso y puede darme el regalo de recordarlo en el momento preciso. Mi interpretación del pergamino es distinta: su existencia significa que no es necesario que yo esté viva para revelar los secretos. De lo contrario, sería demasiado privilegiada. Si no estuvieran escritos significaría que no podría morirme morir hoy y que tendría asegurado el estar viva cuando llegue el momento de revelarlos. Ningún ser humano vive para siempre y nadie es eterno. (…)

»Mi tarea es ser obediente, nada más, porque no puedo cambiar nada. (…)

»Cuando la gente me hace preguntas pesimistas sobre las catástrofes bíblicas y el final del mundo, siento lástima por ellos. Parece que algunos piensan que todos esos secretos son negativos. Quizá tengan una conciencia culpable; quizá estén preocupados por cómo han vivido sus vidas y por eso temen el castigo de Dios. Quizá cuando el bien no está muy presente dentro de nosotros esperamos cosas malas. Pero preocuparse por los secretos no cambia nada. La gente debería preocuparse únicamente en cambiar su vida. (…)

»Quienes conocen el amor de Dios deberían estar llenos de alegría. No tiene sentido hablar del futuro cuando cualquiera de nosotros puede morir mañana. (…)

»No puedo divulgar mucho más sobre los secretos, pero puedo decir esto: Nuestra Señora está pensando en cambiar el mundo. No vino a anunciarnos nuestra destrucción; vino para salvarnos y, con su Hijo, ella triunfará sobre el mal.

»Si nuestra Madre ha prometido vencer el mal, entonces ¿qué hemos de temer?

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Fuente: www.religionenlibertad.org

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