Mensaje del 25 de febrero de 2017

“Queridos hijos, hoy os invito a vivir profundamente vuestra fe y a que oréis al Altísimo para que la fortalezca, de manera que los vientos y tempestades no la puedan quebrantar. Que las raíces de vuestra fe sean la oración y la esperanza en la vida eterna. Y desde ahora, hijos míos, trabajad en vosotros mismos en este tiempo de gracia, en que Dios os concede la gracia para que, por medio de la renuncia y la llamada a la conversión, seáis personas de clara y perseverante fe y esperanza. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”