Testimonio de Gianmarco de Vincentis

No sé hasta qué punto es justo que os cuente el acontecimiento que ha cambiado mi vida, pero lo que me ha sucedido podrá ayudaros a entender mejor cómo soy, cómo ha sido mi conversión y por qué creo en Dios. Gianmarco de Vincentis

Quizá debía haberlo hecho hace mucho tiempo, quizá es ahora el momento. Finalmente fui llamado por la Madre de todas las madres en Medjugorje, junto a  mis compañeros de viaje, con quienes he podido compartir emociones extraordinarias y saborear la paz que reina en los lugares donde la Virgen aún se aparece a gente simple con el lenguaje de siempre. La Virgen nos invita a rezar y a convertirnos para encontrar la paz y transmitirla a los que viven junto a nosotros, a nuestros familiares, a nuestros vecinos, a nuestros amigos.

Hemos salido de Forli en autocar, solo conocía a Silvi y después de haber abrazado por primera vez a Fiordaliso, nuestra amiga, he conocido a gente estupenda y quiero recordar a Don Alessandro, el sacerdote, a la pequeña María, una niña de 5 años que nos ha dado mucha alegría en el viaje y a una mujer simple pero grande, Pierina que iba sola en coche desde Lecco, con lo mínimo indispensable para sobrevivir, fiándose de la providencia de Dios.

Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta, a pesar de estar casi 20 horas como sardinas enlatadas, he llegado fresco como una rosa.
Llegamos a Medjugorje por la mañana sobre la 8, pasando por 4 fronteras, un trozo de tierra dividido entre una pobreza y otra, donde al final he encontrado mucha riqueza y simplicidad en aquellas personas que me han enseñado que cuanto más pobre es el cuerpo, más rico es el Espíritu.

Cuatro días diferentes, el primero soleado y caluroso como en verano, el segundo lluvioso como en otoño, el tercero frío y con nieve como en invierno y el cuarto templado y luminoso como en primavera. He tenido la sensación de estar en 4 momentos diferentes, como si hubiera ido en estaciones distintas del año y la Virgen me ha hecho ver que no me había abandonado nunca.

Durante esos días he dormido en casa de la vidente Vicka a quien todavía hoy se aparece la Virgen todos los días a las 16.40 horas y no os escondo que de noche dormía con la luz encendida y sentía una atmósfera distinta, sentía miedo como si ese lugar no me perteneciera, aunque después rezando, me he sentido como en casa. He entendido que vivir la vida con serenidad es sencillo, he entendido que se necesita ralentizar la carrera hacía un mundo desenfrenado y que la Virgen está detrás de nosotros, solo hay que esperar, tener paciencia y escuchar con el corazón.

Cada día que subía al Monte de las Apariciones era como si lo hiciera por primera vez y he dejado todo el peso que sentía dentro, he aprendido a adorar a Jesús y al hacerlo sentía sus caricias, he aprendido qué significa llevar la cruz y he visto que es mucho más simple de lo que imaginaba. He aprendido a rezar con el rosario en la mano, apretando la pequeña cruz y ya no sentía la cruz que yo llevaba dentro hacía tiempo.

Junto a nuestros amigos he rezado por las personas con las que he convivido, he compartido con ellas el cuerpo de Cristo en la comunión y he escuchado el canto de la adoración a Dios y he llorado como un niño, sin pudor ni vergüenza, he dejado fluir un llanto alegre, todos los sufrimientos de mi vida, todo el dolor que tenía, todo lo ha tomado el Señor en su Cruz. A cambio me ha dado su oración y yo cada día rezaré porque solo así puedo ayudarle a llevar todo el peso que la Humanidad le ha puesto encima.

Estaría aquí horas hablando y no sé si esto puede servir a quien lo lea, quizá resulte pesado a los que aún no han abierto su corazón al Señor. Yo como mensajero de la Virgen, y a través de aquellos que aún la ven en sus apariciones, siento la obligación de deciros que os convirtáis, como lo estoy haciendo yo, renunciando al pecado, renunciando a la guerra, aprendiendo a perdonar y a perdonarnos. Os invito a hacer un pasapalabra con sus mensajes, ayunemos de esos pecados que no son nuestra felicidad, aceptemos el cuerpo de Cristo con comunión, confesemos nuestros pecados y el peso de nuestra conciencia, pero sobre todo recemos con el corazón, es el arma que la Virgen nos aconseja utilizar para parar las guerras, la soledad, los sufrimientos, sin nosotros el Señor no puede. Ayudemos al Señor y a la Virgen a convertir a los que tienen sed de paz, de amor y de fraternidad, empezando por perdonarnos a nosotros mismos, y después a los que viven a nuestro lado y dándonos la mano podremos crear el círculo que será luminoso, que salvará al mundo de la maldad y del odio de la guerra. La Reina de la Paz nos ha tendido su mano y si ponemos nuestras manos en el corazón del amor de Dios viviremos en paz.

 Traducción del italiano a cargo del equipo de www.virgendemedjugorje.org

Fuente: www.poetixcaso.it/medjugorje/