Cenáculo

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COMUNIDAD DEL CENÁCULO

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La Comunidad del Cenáculo es una asociación cristiana que acoge a jóvenes descarriados, insatisfechos, desilusionados, desesperados, que desean encontrarse a sí mismos y hallar el gozo y el sentido de la vida. Fue fundada en el mes de julio de 1983 gracias a la intuición de una mujer, sor Elvira Petrozzi, que quiso entregar su vida en favor de los adictos y de los jóvenes descarriados. La sede principal de la Comunidad se halla en Saluzzo, en Italia.

Hoy la Comunidad cuenta con 27 hermandades distribuidas en Italia y en el mundo (Francia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Brasil, Austria, República Dominicana, EE.UU., México), y acoge alrededor de 1.800 muchachos y muchachas. La comunidad desea ser una luz en las tinieblas, un signo de esperanza, el testimonio de que la muerte no tiene la última palabra. Se propone a los jóvenes un estilo de vida simple, familiar, que ayude a descubrir de nuevo los dones del trabajo, de la amistad y de la Fe en la Palabra de Dios, encarnada en Jesús, quien murió y resucitó por nosotros.

Creemos que únicamente en Jesús el hombre se encuentra plenamente a sí mismo y que nadie más que Aquél que lo ha creado, Dios Padre, está en condiciones de reconstruir el corazón extraviado y perdido en una vida sin sentido. La comunidad desea ser el Amor, aquel amor que nace de la Cruz de Cristo y que da vida a los muertos, libera a los prisioneros y devuelve la vista a los ciegos.

Agradecemos al Señor nos permita ser espectadores cotidianos de su Resurrección, gracias a la cual vemos cada día volver la sonrisa al rostro de aquél que había perdido toda Esperanza.

Nuestra Comunidad no es terapéutica, sino una escuela de vida. El problema de la droga tiene sus raíces en la familia porque sólo ella tiene la posibilidad de prevenir el problema. Una cosa común a muchos de nosotros los muchachos, ha sido la ausencia de una verdadera familia educadora, que transmitiera o buscara el diálogo, la ternura, la amistad. Es todo lo que un hijo necesita. Las familias que rechazan a Dios, están deshechas desde el principio, porque creen poder sustituir los valores esenciales con cosas superfluas y así, en vez del amor se cultiva la ambigüedad y el tenerlo todo inmediatamente. A menudo sucede que, cuando unos padres saben que tienen un hijo adicto, son los últimos en aceptar la realidad, muchos justifican y protegen a su propio hijo solamente por el temor al juicio de los vecinos, de los amigos y de los propios parientes. La familia debe encontrar de nuevo la unidad sin reprochar a nadie las culpas y a continuación, buscar un lugar o a alguien a quien pedir ayuda. Cuando los padres deciden llevar a su hijo a la Comunidad, les pedimos que cumplan nuestras reglas para prepararlo a esta decisión importante.

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El objetivo de la Comunidad es renovar la familia, hacer que ésta encuentre a Jesucristo, Salvador y Redentor. La droga puede ser cruz que asesina o cruz que salva. Nosotros amamos la vida y creemos en ella con todo el corazón así como creemos que la sonrisa de un muchacho que ” vive ” vale más que todo el oro del mundo.

No crean que un adicto que entra en la Comunidad, siente inmediatamente el deseo de orar. En principio se ora porque la Comunidad propone de manera resuelta la curación de nuestros corazones por medio de la oración poniéndose de rodillas todos los días, esto para un buen cristiano y para un muchacho normal sería difícil aceptarlo, imagínense para un adicto. Sin embargo, un muchacho que entra a la Comunidad no se haya en una situación ” normal “, las más de las veces no sucede por una propia elección personal. Casi todos entramos de manera forzada porque ya no teníamos casa, muchos teníamos problemas con la ley y de cualquier modo, nos encontrabamos en situaciones desesperadas. Llegamos a tal punto que nadie quiere saber de nosotros, descartados por todos, sin futuro ni esperanza, despreciábamos la vida, la única espiral de luz vino de la Comunidad y en esta situación es más fácil decir que sí a la oración, aunque no se crea en ella ni se la comprenda. Nuestra Comunidad no es terapéutica, la única ” terapia ” que se aplica es la Cristoterapia.

A la luz de la oración descubrimos que los problemas no están fuera de nosotros, el problema principal no es la droga o la dependencia de una cosa cualquiera, sino el no saber vivir, la droga es sólo consecuencia de una vida equivocada, sin valores cristianos. El mal que hay que combatir cada díase llama egoísmo, indiferencia, odio, prepotencia y la vida simple de la Comunidad nos ayuda a evidenciar todos nuestros problemas, pero principalmente aprendemos a ser buenos, ya que se eres bueno, te sientes feliz.

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En nuestras fraternidades no existen fármacos o tratamientos sustitutorios a base de psicofármacos, también la crisis de abstinencia de un muchacho nuevo que entra no se cura con medicinas de ningún tipo, nuestra medicina se llama ángel custodio, que es un muchacho que vive en la Comunidad desde hace varios meses, que se encarga del muchacho recién llegado y lo cuida.

El ángel custodio tiene la tarea de transmitir al recién llegado el estilo de vida de la Comunidad, de vivir a su lado las veinticuatro horas del día, de trabajar con él y para él – ya que el recién llegado al principio no tiene voluntad – sufrir y llorar con él, que está luchando contra la atracción del mal y de la droga. Es un momento importante para la vida de ambos; para el ángel custodio, que en el sufrimiento aprende a amar, y para el recién llegado, que quizás por primera vez encuentra un amigo sincero que se ocupa de él sin ningún interès egoísta.

La Comunidad nos enseña cosas esenciales de la vida que anteriormente no habíamos querido aprender y nadie nos las había enseñado. Para nosotros era normal confundir el placer con el gozo y en nuestra vida habíamos perseguido siempre los placeres más inmediatos, no pensábamos que el gozo pudiera nacer del sufrimiento, que significa ser débiles, frágiles, inferiores, mientras que ahora estamos aprendiendo que detrás de cada sufrimiento está el gozo.

Solamente aquél que ha sufrido puede entender, amar, ayudar a otro que se se encuentra mal.
Nuestro camino en la Comunidad dura alrededor de tres o cuatro años, aunque no existe un período definitivo. Sor Elvira dice que podemos considerarnos preparados cuando hemos incorporado la oración a nuestra vida.
La vida en la Comunidad es verdaderamente muy simple, pero también muy rica, se vive la oración en concreto basada en una amistad libre sin ningún interés, las cosas materiales influyen poco, aprendemos que las personas son más importantes que las cosas, el dinero, la carrera, nos enfrentamos con nuestras debilidades pidiendo ayuda a Jesús que se manifiesta también en los hermanos que nos rodean.

Aprendemos a amar y a vivir la vida en la gran escuela del Cenáculo.

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