27/2/2109 – Lo que me dijo el Santo Padre

Nos habían dicho que no viniéramos todos al mismo tiempo a la Plaza de San Pedro, sino en grupos, entre las 8 y las 9:30, debido a la multitud. Sin embrago, todos nosotros, los más de 600 llegamos al mismo tiempo, a las 8 en punto. Es comprensible, todos querían ocupar el lugar mas cercano al Papa Francisco. Pasamos por el control de policía, y nos paramos enfrente de unas escaleras largas e imponentes que conducían hacia el interior de las salas del Vaticano. Estábamos esperando con impaciencia cuando pasamos la puerta del salón donde veríamos al Papa. Nos dejaban pasar en grupos de unas decenas de personas. Cuando entramos, no podíamos dejar de mirar los cuadros que pintó Miguel Ángel. Literalmente estaba toda la sala pintada por la mano del gran artista. Primero nos saludó Mons. Fisichelle, y a continuación intervinieron los representantes de los grandes Santuarios del Mundo durante los 10 minutos que tenían disponibles. Presentaron los elementos más importantes de sus santuarios, con un énfasis especial en el trabajo con los jóvenes. Así que escuchamos las experiencias tanto de santuarios mundialmente conocidos como Lourdes, Fátima, Guadalupe, y Tierra Santa, así como de los más pequeños, como el de Corea del Sur y otras partes del mundo.

Exactamente, y según el programa, a las 11.30 apareció el Papa Francisco por la puerta. Todos nos pusimos de pie de un salto cuando en aquella preciosa sala entró el Pastor de blanco. Siguió un gran aplauso con el entusiasmo reflejado en el rostro de todos los presentes. Las manos con los móviles y las cámaras de fotos en alto. Todos querían grabar ese momento especial. Después de unos minutos, cuando regresamos a nuestros asientos, Mons. Fisichelle, en nombre de todos los participantes del Congreso, saludó al Papa Francisco, agradeciéndole no solo su llegada sino también su iniciativa, cuyo fruto es el propio Congreso, y le presentó el trabajo del Congreso. Después de esto el Papa Francisco se dirigió a todos nosotros. Destacó el papel del santuario para la Nueva Evangelización y nos animó a que nos dedicásemos a ese trabajo con más fervor todavía. Nos habló de la importancia de un corazón abierto y la aceptación cordial de los peregrinos y de todos aquellos que vienen al santuario.

Cuando el Papa terminó su discurso, se le acercaron los representantes de los santuarios. Después de haberse reunido con ellos, el Papa debía seguir su programa y salir de la sala pero en ese momento sucedió algo inesperado, el papa Francisco expresó el deseo de saludar personalmente a cada uno de nosotros – a los 600 –  ¡Nuestra alegría no tenía límites! Tanto el aplauso que hizo eco en el hermoso salón como los ojos brillantes y las sonrisas que no se podían borrar de los rostros, testimoniaban que había sido una gran sorpresa para todos.

Fila tras fila, las personas, saludaban al Papa y abandonaban contentos la sala. Según se acercaba mi turno, pensaba en qué regalarle al Papa. Había salido de Medjugorje con la intención de que si hubiera un encuentro con el Papa le daría un rosario, un libro de oraciones, y un boletín en italiano sobre los asuntos más importantes relacionados con Medjugorje. Todo eso lo tenía en la bolsa, pero por razones prácticas me decidí por el rosario hecho de espinas de Herzegovina. Cogí el rosario en la mano y me acerqué al Papa. Viendo que los que estaban delante mía no se detenían mucho con él y solamente le extendían la mano, entendí que “menos es más“ y que en pocas palabras tenía que decir quien soy, y de donde venía. Cuando me acerqué al Papa le extendí la mano en la que estaba el rosario, y mirando el rostro sonriente y amable del Papa, pronuncié sin respiro las siguientes palabras: “El párroco de Medjugorje. Os manda saludos monseñor Hoser“. Cuando el Papa escuchó mis palabras mantuvo sus manos sobre las mías, se detuvo por unos momentos y me dijo: “sed obedientes a monseñor Hoser”. Mientras el Papa pronunciaba esas palabras yo miraba sonriente su rostro. No sé si en esos momentos estaba con los pies en la tierra o flotando. Quizás el Papa notó que yo estaba muy alegre por el encuentro con él, y repitió las palabras ya pronunciadas: “sed obedientes a Mons. Hoser”.

Después de eso añadió: “¿Si?”, esa expresión en forma de pregunta era como una señal con la cual quería descubrir si le había entendido y si había tomado suficientemente en serio lo que me quería decir. Entonces respondí: “¡Sí, sí!”. Finalmente, sosteniendo el rosario en la mano, me preguntó: “¿este rosario es para mí?”. Le dije : “¡Sí, para Usted!”. Respondió: “Gracias”. Y contesté: “Gracias a Usted”, y entonces los de al lado me hicieron una señal para alejarme y dejar sitio para que otros se acercaran al Papa.

Salí de la sala y comencé bajar las espaciosas escaleras saltando de alegría y casi sin poder creer lo que me había sucedido. Caminaba por la plaza de san Pedro, pero no veía nada porque en mis pensamientos estaban los momentos que habían tenido lugar apenas unos minutos antes.

He tratado reconstruir cada momento del encuentro con el Papa, cada gesto suyo, cada palabra suya. Me preguntaba qué quería decirme el Papa. Tuve la impresión de que tanto a mí, como a los frailes que están sirviendo en la parroquia de Međugorje, y también a todos los parroquianos y peregrinos, quería enviarnos un mensaje desde el corazón con palabras cálidas de padre pero al mismo tiempo serias. Entendí claramente que esas pocas palabras no me las dijo por decir algo, sino que él ya tenía en su corazón el hecho de enviarnos ese mensaje importante. Eso entendí retomando lo sucedido y recordando la atención especial con la cual el papa pronunciaba las palabras mencionadas. Preguntándome por qué había repetido las mismas palabras, he concluido que él podría haber sentido que lo primero que me dijo no lo había escuchado bien o no lo había tomado suficientemente en serio. Obviamente era muy importante para él que las palabras y el mensaje fueran bien recordados y transmitidos en Međugorje.

En las palabras mencionadas por el Papa también he visto la gran confianza que el Papa Francisco tiene puesta en el arzobispo Henryk Hoser, como si hubiera querido decirnos: obedeciendo a Hoser, me estáis obedeciendo a mí, a la Iglesia; por el contrario, si no obedecéis a Hoser, no estáis obedeciéndome a mí ni a la Iglesia. Con estas pocas palabras entendí que para el Papa es muy importante Međugorje y que lo tiene realmente en el corazón y desea que todos respondamos seriamente a la tarea que se nos ha encomendado. En las palabras del Papa sentí mucho aliento, pero también la gran responsabilidad que todos tenemos con respecto al fenómeno de Međugorje.

 

TRADUCCIÓN: FUNDACIÓN CENTRO MEDJUGORJE (Diana Delić) – Glasnik Mira, enero de 2019

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