Del Mensaje de la Reina de la Paz, del 2 de diciembre de 2018
“Apóstoles de mi amor, que sus corazones, con la oración y el sacrificio, sean iluminados por el amor y la luz de mi Hijo. Que esa luz y ese amor iluminen a todos los que enconarán, y los haga regresar a Mi Hijo”.
Texto bíblico para meditar
Del evangelio de San Mateo 5:14-16
“Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”.
“Comparte con todos, la luz que hay en ti”
Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Madre, Reina de la Paz nos invitan a ser conscientes y a valorar el don de la presencia de Dios que mora en nosotros con su luz, y que de este modo nos permite ser apóstoles del amor y de la luz que proceden del cielo, para iluminar a otros.
Sin embargo, cuantas veces no valoramos todo lo que hemos recibido -y recibimos a diario- de parte del Señor. Hay quienes viven sin advertir y tomar conciencia de cuanto han crecido espiritualmente con el correr del tiempo y como en ellos se ha desarrollado la presencia y la luz de Dios. Otros no llegan a reconocer que están colmados de carismas y talentos.
Esto puede darse por diversos motivos:
– Heridas en la autoestima, que le imposibilitan ver toda la luz que hay en ellos y que podrían irradiar a los demás.
– Temores y miedos que generan inseguridad y bloqueos de diversa índole.
– Tener invertido el orden de los valores y no poner en primer lugar la luz de Dios y la misión de llevar la luz del Señor a otros.
– Vergüenza del qué dirán los otros, de las bromas, por estar demasiado apegado a la propia imagen.
– Apatía temperamental o pereza como vicio capital.
– Tentación diabólica que obnubila a la persona con el fin de que no llegue a tomar conciencia de la autoridad espiritual que puede tener como hijo o hija de Dios.
Si tú eres uno de aquellos que tapa la lámpara con el cajón de los miedos y de las justificaciones; si tú eres de aquellos que esconden la luz de Dios por miedo a que se rían de ti o que te traten de fanático; si tú eres de esas personas que encuentra dificultad de levantar en alto la lámpara del testimonio de la propia vida, entonces es momento de que te decidas, pues no puedes seguir así. El Señor te está llamando a sacudirte de encima la mediocridad y todo aquello que oscurece la luz que hay en ti.
El Señor te dice: “Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras”.
¿Cómo hacer, te preguntarás, para que la luz de Dios brille en mí e ilumine a otros?
Una buena respuesta la encontramos en el apóstol Pablo, cuando en 1º Corintios 13, 4-7, enumera algunas de las características del amor. Ya que según la Palabra de Dios:
– Tú serás luz, cuando ante los contratiempos y las dificultades que encuentres cada día, demuestres el amor por medio de la virtud de la paciencia: en la forma de hablar, de obrar y hasta de mirar. (Versículo 4a)
– Tú irradiarás la presencia del Señor, cuando tengas una actitud atenta a lo que necesitan quienes viven o trabajan cerca de ti y seas servicial, respondiendo y ayudándoles en sus necesidades concretas. (Versículo 4b)
– Tu contagiarás a otros el deseo de acercarse a la luz del Señor, cuando viendo las virtudes y los éxitos de quienes te rodean, no caigas en la tristeza que produce el vicio de la envida; sino que al contrario, te alegres, como si tú mismo hubieses recibido el bien que han recibido los demás. (Versículo 4c)
– Muchos querrán parecerse a ti y tener la luz que tú tendrás, cuando en tu manera de hablar y de actuar seas libre de todo comportamiento presumido, engreído, pedante u orgulloso. (Versículo 4d)
– Dios se valdrá de ti enormemente, cuando no seas grosero, ni egoísta, ni te irrites, ni tomes en cuenta el mal que te puedan hacer. (Versículo 5)
– Quienes te conocen y quienes te conocerán te mirarán con asombro y sentirán que a través de ti llegará a sus vidas la fuerza transformadora de Dios. Y esto sucederá especialmente cuando vean que no te dejas llevar por la corriente de lo que hace la mayoría, pues diariamente renuevas la decisión de actuar como una persona misericordiosa, pero justa; alguien que no se alegra de la injusticia; te harás creíble para ellos por ser alguien que no miente, sino que te alegras de la verdad. (Versículo 6)
– En definitiva, levantar en alto la lámpara de Dios, es iluminar por medio del amor, el cual también tiene como características que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (Versículo 7)
Cuando levantes bien en alto, la luz de esa lámpara, nada, ni nadie la podrá apagar y por ello muchos darán gloria al Padre que está en los Cielos.
Una anécdota para meditar
Recuerdo que cuando era niño tenía en la mesita de luz junto a mi cama, una pequeña imagen de san José, la cual estaba hecha de un plástico blanco con un matiz ligeramente verdoso.
Como niño me asombraba lo que sucedía cada noche, pues al apagar la luz de la lámpara, la imagen del santo brillaba en la oscuridad.
Yo aún no comprendía que esa clase de material plástico absorbía los rayos de luz. Lo que si notaba era que con el pasar de los minutos, si no volvía a encender la lámpara, esa luminosidad comenzaba a menguar.
Entonces encendía nuevamente la lamparilla del velador, y cuanto más acercaba la pequeña imagen de san José al calor de la lámpara, más rápido se saturaba de la luminosidad; y al apagar nuevamente la luz, su resplandor era aún más intenso. Y de ese modo me terminaba quedando dormido, pues esa pequeña luz que brotaba de la imagen me hacía sentir acompañado.
Pienso que algo semejante nos sucede con todas esas características del amor, de las cuales nos habla San Pablo. Cuando nos acercamos a Cristo, él nos colma de su luz y cuanto más nos unimos a él y a su Madre, por medio del santo Rosario, por la reflexión, la conversión del pensamiento y del corazón, entonces cada vez nos llenamos más de su luz y aumenta en nosotros el deseo de seguir creciendo y de levantar en alto -como una lámpara- la luz de Dios y de María, poniendo al servicio de nuestros hermanos, la irradiación que nos concede Dios.
Por lo tanto, recordemos que para ser apóstoles del amor -como nos pide la Reina de la Paz-, y para iluminar a otros, no podemos estar lejos de su presencia, pues cuando a nuestro alrededor la oscuridad es muy intensa y duradera, entonces gradualmente notaremos una disminución en la luz de las virtudes que Dios ha puesto en nosotros y comprenderemos que es necesario “recargar las pilas espirituales” y “reencender el fuego”.
Te envío a la distancia un gran abrazo y la Bendición del Señor, que es: + Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Me encomiendo a tus oraciones, junto a los sacerdotes, seminaristas y servidores laicos de mi comunidad.
Padre Gustavo E. Jamut omv
Para conocer más sobre las evangelizaciones del Padre Gustavo y su comunidad, puedes hacerlo en los siguientes links:
www.youtube.com/channel/UCi2HKgi-iRcyAFqL0EIGgsA
www.comunidadmensajerosdelapaz.org/
Oración final
Padre del cielo, en nombre de tu Hijo Jesucristo, y por la intercesión de María Reina de la Paz, pongo en tus manos a todos tus hijos que habitamos esta tierra, especialmente a los más necesitados de tener una experiencia de tu amor y de tu Divina Misericordia. Que así sea.
“Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre”.
San Juan Pablo II
Fuente: http://www.centromedjugorje.org