Comentario del mensaje del 2 de junio de 2.014

«Queridos hijos, los llamo a todos y los acepto como mis hijos. Oro para que ustedes me acepten y me amen como Madre. Los he unido a todos ustedes en mi Corazón, he descendido entre ustedes y los bendigo. Sé que ustedes desean de mí consuelo y esperanza, porque los amo e intercedo por ustedes. Yo les pido a ustedes que se unan conmigo en mi Hijo y sean mis apóstoles. Para que puedan hacerlo, los invito de nuevo a amar. No hay amor sin oración —no hay oración sin perdón, porque el amor es oración —, el perdón es amor. Hijos míos, Dios los ha creado para amar, amen para poder perdonar. Cada oración que proviene del amor los une a mi Hijo y al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo los ilumina y los hace mis apóstoles, apóstoles que todo lo que harán, lo harán en nombre del Señor. Ellos orarán con obras y no sólo con palabras, porque aman a mi Hijo y comprenden el camino de la verdad que conduce a la vida eterna. Oren por sus pastores, para que puedan siempre guiarlos con un corazón puro por el camino de la verdad y del amor, por el camino de mi Hijo. ¡Les doy las gracias!»

Recuérdese que el mensaje del 2 de cada mes, la Virgen lo da, particularmente, para los peregrinos que se encuentran en la aparición en Medjugorje, y para los fieles que, junto a Ella, oran cada 2 de mes por «quienes no experimentan el amor de Dios en sus corazones.»

En la primera parte del mensaje la Madre habla de su relación estrecha con sus hijos: «Los llamo, los acepto… Los he unido a todos en mi Corazón, he descendido entre ustedes y los bendigo. Sé que ustedes desean mí consuelo y esperanza, porque los amo e intercedo por ustedes». Quizá en ningún otro mensaje había sido tan explícita sobre esta relación. Pero esa relación, lamentablemente, muchos hijos no la entienden y por eso la debe recordar. Luego, estas primeras frases son para meditarlas en silencio y discernir el porqué dice una cosa tal, toda vez que en la vida práctica de cada día, en muchos cristianos, ocurre otra cosa con la Virgen: no escuchan su voz, no la aceptan, no aprenden a caminar con Ella… De hecho, mucha gente experimenta y busca con frecuencia el amor de una pareja, de los padres, de los hijos, de los amigos… sin embargo, no experimentan y buscan con el mismo interés el amor de María. No es que el amor de María deba ser el primero, porque el primero es el de Dios, pero recuérdese que si no experimentan el de Dios, tampoco experimentarán el de Su Madre. Todo en su lugar. Primero amar a la Santísima Trinidad, luego a la Virgen y luego a la familia.

La Virgen cuando habla con estas palabras es con el afán de ayudar a sus hijos. Sin embargo, la realidad es que muchos no quieren recibir su ayuda, o bien no la buscan como se debe y por eso la Madre debe hablar con propiedad: «Los llamo, los acepto… Los he unido a todos en mi Corazón, he descendido entre ustedes y los bendigo. Sé que ustedes desean mí consuelo y esperanza, porque los amo e intercedo por ustedes». A continuación viene la exhortación del mensaje, la nueva llamada a sus hijos: «Yo les pido a ustedes que se unan conmigo en mi Hijo y sean mis apóstoles» y a nuestro juicio es la frase corazón del mensaje; es decir: María pide a sus hijos, esta vez, que se unan a Ella en Su Hijo y que sean sus apóstoles. Pienso que lo primero para unirse a María, con Jesús, es aceptarla a Ella como Madre y Educadora. Todo comienza con este acto de la voluntad, que traducido sería también: abrirle el corazón y aprender a caminar con Ella. Pudiera servir, para quien no lo ha hecho aún, hacer la consagración que propone san Luis María Grignion de Monfort en el Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María. Sin embargo, el “sí” a la Virgen hay que hacerlo todos los días, como efectivamente lo hacía San Juan Pablo II: “totus tuus”. También es importante rezar cada día, con el corazón, el santo rosario, toda vez que por medio de él la Madre sabe guiar a sus hijos. El rosario es una dulce cadena de amor que nos une a María. Sin el rosario es imposible vivir unido a Ella. Por otro lado, hay que tener presente, que por medio del rezo frecuente del santo rosario también nos unimos a Jesús, quien es el centro de las meditaciones mientras se rezan las avemarías. Recuérdese que el rosario es, fundamentalmente, una oración cristológica. También es importante meditar cada día los mensajes que la Madre da. Cuando una persona está enamorada de otra, siente en su corazón la necesidad de escucharla, de recibir sus palabras; siente que sus palabras, en cierta manera, llenan su corazón. Lo mismo debe ocurrir con los mensajes de la Virgen cada mes: debemos sentir que forman parte de nuestra vida cotidiana, que por medio de ellos la Madre llena nuestro corazón, nos alimenta.

También en el mensaje la Virgen ha dicho: “Sean mis apóstoles”. Esto ¿qué quiere decir? No se trata de salir y decir por todas partes: “la Virgen aparece en Medjugorje”. No, sería un gravísimo error. Más bien es lo contrario: hacer más silencio, aprender a callar para que sea Dios quien hable al corazón de los demás. Hoy la gente habla mucho, generalmente más de lo que debe y por eso se meten en problemas. Por el contrario, hay que aprender a callar y hablar sólo en los momentos oportunos. Y esperar que la Madre y Jesús digan cuando. Entonces, ser apóstoles de la Virgen también significa callar, para que Ella hable por nuestros labios y no nuestra humanidad pecadora. El apóstol es la persona del silencio, como san José, como María en el evangelio, y como el mismo Jesús que poco habló; sólo en momentos oportunos, a tal punto, que en 33 años de su vida, los evangelios recogen casi las mismas palabras.

También ser apóstol de la Virgen significa optar por la santidad. Una palabra que hoy muchos no quieren oír y no les interesa. Recuérdese que el verdadero apóstol es el santo. Para ser apóstol no basta ser llamado personalmente por Jesús y la Virgen. No. Allí tenemos el caso de Judas. Judas fue llamado por Jesús, vio sus milagros, estuvo a su lado, escuchó sus catequesis, sin embargo no fue santo. Estar con Jesús, conocer sus palabras, ver sus milagros no es sinónimo de santidad o de apostolado. Tampoco quien trabaja mucho por Él. Los mayores escándalos de la Iglesia vienen del activismo de los consagrados. Gente que trabajó mucho y al final escandalizaron la Iglesia. Lo mimo puede ocurrir con Medjugorje: gente que trabaja mucho pero sin adelantar en la virtud, sin poner en práctica lo que la Madre pide. Ser apóstol de la Virgen significa: tomar la santidad en serio, como vocación, como opción preferencia en la vida. Recuérdese que la Virgen no viene a ser turismo a la tierra; para Ella no es necesario aparecerse para saber lo que pasa aquí abajo. No. Ella sabe todo y por eso habla como habla, dice lo que debemos hacer. El apóstol de la Virgen es quien toma la santidad de su vida en serio. Eso es lo más importante. Por eso dice María Para que puedan ser apóstoles, «los invito de nuevo a amar. No hay amor sin oración —no hay oración sin perdón, porque el amor es oración —, el perdón es amor. Hijos míos, Dios los ha creado para amar, amen para poder perdonar. Cada oración que proviene del amor los une a mi Hijo y al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo los ilumina y los hace mis apóstoles, apóstoles que todo lo que harán, lo harán en nombre del Señor.»

Obsérvese detenidamente el mensaje: lo fundamental del apostolado es el amor y el amor es la santidad; el más virtuoso en la Iglesia es quien más ama. Por tanto, la Madre, una vez más, subraya que lo fundamental de Su apostolado no son palabras sino vida de amor, que es la santidad. Algo que parece que muchos hijos descuidan, no le dan la importancia que tiene. En este momento muchos están más pendiente del futbol que de su propia santidad. Es un error dejarse manipular por el consumismo. Los hijos de María no pueden caer en este error. Efectivamente la Madre no ha dicho “vean los partidos” sino “los invito de nuevo a amar y no hay amor sin oración…”. Entonces, estos días, que preceden el Aniversario 33, son para reciclar la llamada al apostolado Mariano que consiste, esencialmente, en el amor, la oración y el perdón.

La Madre ha dicho: «Hijos míos, Dios los ha creado para amar, amen para poder perdonar. Cada oración que proviene del amor los une a mi Hijo y al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo los ilumina y los hace mis apóstoles, apóstoles que todo lo que harán, lo harán en nombre del Señor.» Muchos se distancian —hay que advertirlo— de la espiritualidad de Medjugorje porque, en lugar de escuchar a la Madre se dejan conducir por el orgullo, les cuesta cada vez más perdonar y de esta manera, les cuesta también orar con el corazón. En este mensaje la Virgen da una pista significativa sobre la oración con el corazón. Ha dicho: «Cada oración que proviene del amor los une a mi Hijo y al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo los ilumina y los hace mis apóstoles, apóstoles que todo lo que harán, lo harán en nombre del Señor.» Orar con el corazón, significa entonces, orar con amor, y sin perdón no puede haber amor; no se puede orar con el corazón cuando no se perdona, cuando no se ama. En suma, el apóstol de María no es quien está más actualizado con lo que ocurre en Medjugorje o quien más viaja a la tierra bendita de María, sino quien más ama, quien más perdona, y, en conclusión, quien más adelanta en la virtud. El apóstol de María es aquel que tiene más amor en su corazón, y no quien más habla o más dinero tiene o más ha estudiado, o más obra realiza. María dice: «Ellos orarán con obras y no sólo con palabras, porque aman a mi Hijo y comprenden el camino de la verdad que conduce a la vida eterna.»

También en el mensaje —como se ha hecho habitual—, la Madre pide de nuevo por los pastores de la Iglesia: «Oren por sus pastores, para que puedan siempre guiarlos con un corazón puro por el camino de la verdad y del amor, por el camino de mi Hijo.» Por consiguiente, cada vez que se rece el rosario, en la Liturgia de la Horas, en la adoración al Santísimo, en el grupo de oración… hay que poner delante de la Santísima Trinidad a los Pastores de la Iglesia. Diría aún más, que el día 2 de cada más, hay que tener presente también esta intención. Recuérdese que la vida de los pastores de la Iglesia va acompañada de nuestras oraciones y sacrificios y la Madre presenta en el mensaje la finalidad de estas oraciones: para que ellos puedan guiar a los fieles con un corazón puro por el camino de la verdad de Jesucristo.

P. Francisco Verar