Comentario del mensaje del 25 de Junio de 2012, 31º Aniversario

“Queridos hijos, con gran esperanza en el corazón, también hoy os invito a la oración. Cuando oráis hijos míos, vosotros estáis conmigo y buscáis la voluntad de mi Hijo y la vivís. Estad abiertos y vivid la oración, y que en cada momento ella sea para vosotros condimento y alegría de vuestra alma. Yo estoy con vosotros e intercedo por todos vosotros ante mi Hijo Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”

“Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4). A menudo nos pensamos que podemos vivir de otras cosas. El pan estaría representado en nosotros por el dinero, el afán de poder, las cosas materiales, el desorden en nuestros afectos, nuestro egoísmo alienador. Hay personas que tienen su pensamiento sólo en estas cosas. ¿Cuántas veces nuestro actuar no es limpio? ¿cuántas veces nuestros intereses personales nos hacen olvidar que debemos cumplir la voluntad de Dios? Consciente o inconscientemente ponemos nuestro corazón en cosas, sólo en cosas que pasan. Pero lo que nos dice el Señor es muy claro: debemos buscarlo a Él, escuchar su Palabra que no pasa nunca. Buscar al Señor con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro ser. Eso significa inmergirnos en la oración, llenarnos de Dios, para poder encontrarlo en el hermano. El “ora et labora” de la regla de san Benito quiere significar esto mismo, debemos hacer de nuestro trabajo oración y hacer de la oración nuestro mejor trabajo. Nada puede darnos una alegría más plena y una paz más profunda que estar con el Señor. “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. (Santa Teresa de Jesús, Vida, 8, 2). No se trata sólo de perseverancia en la oración, tenemos que orar con frecuencia, siempre. La oración es la fuente que da vida a nuestra alma. Gracias a la oración podemos ir conformando nuestras vidas a la de Cristo y podemos luchar contra el pecado. Si no descubrimos que la voluntad de Dios es lo único importante, que Él lo puede todo, es imposible que nos convirtamos en hombres de oración. Sólo Dios y su voluntad. “Conformarse con la voluntad de Dios es la oración más hermosa del alma cristiana”. (San Alfonso María de Ligorio). Dios espera nuestra oración ya sea de petición, acción de gracias, de contemplación o alabanza. No importa, espera nuestra oración, nuestra amistad, nuestro amor. ¡Quien como Él nos espera! Dios que no necesita de nosotros sin embargo mendiga nuestra oración, nuestro amor. ¿Cómo negarle lo poco que nos pide al que le debemos todo? No podemos seguir siendo egoístas, debemos, ahora, darnos en la oración. Ese es el único camino de paz y de felicidad. Podemos y debemos vivir del Señor.

“Qué el Señor guíe vuestros corazones hacia el amor de Dios y la tenacidad de Cristo” (2 Tes. 3, 5). Tenemos en Cristo Señor el mensaje más hermoso, único capaz de transfórmalo todo y de llenarnos de alegría. Somos hijos de Dios, tenemos la capacidad de conocer y relacionarnos con el Amor. Pero a pesar de la grandeza de ese mensaje vivimos mezquinamente, tenemos miedo, no comunicamos la alegría de nuestra fe. Si de verdad hemos conocido a Dios, si de verdad oramos y estamos con Él, ¿por qué tener miedo, y no proclamar por todas partes la grandeza transformadora de su amor? A veces parece que nuestra fe flaquea pero en realidad debemos reconocer que no nos fiamos del Señor. Tenemos una fe minúscula. Nuestro corazón debe dejarse llevar por el amor de Dios. No podemos dudar que Él va delante de nosotros y con nosotros. Tenemos que anunciar su mensaje, ser testigos de su amor y de lo que Él hace cada día con nosotros. Nos acompaña, nos transforma, nos salva. Tenemos que dejarnos llenar de Dios, conducir hacia su corazón y anunciarlo gritando si es necesario. ¿Cómo no sentir la llamada a ser portadores de su amor? Por más dificultades que la vida pueda darnos, aunque pasemos por los problemas más difíciles de nuestra vida el Señor no nos abandona. Se hace presente y quiere que tomemos su paz. Para encontrar esa paz es necesario que vivamos de Él y para Él. Cuando sintamos que nuestras fuerzas flaquean recurramos a la oración, profundicemos nuestra alegría y unámonos al Señor en la Eucaristía. “Alegría, oración y comunión son el secreto de nuestra resistencia”. (San Juan Bosco).

“Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi Palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a que hora vendré sobre ti” (Ap., 3, 3). No es una amenaza la que nos lanza el Señor, es un estímulo a vivir con autenticidad nuestras vidas. Debemos estar siempre preparados. Este tiempo de calor y de vacaciones para tantos es un tiempo especial de Dios. Tenemos que aprovechar estas fechas para dar más tiempo a Dios. Si nos quedamos dormidos, el Señor nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho y de lo que hemos dejado de hacer. Ser testimonios sólo se puede ser si nos llenamos de Dios. “Es inútil que te afanes en tantas obras exteriores si te falta Amor. —Es como coser con una aguja sin hilo. ¡Qué pena, si al final hubieras hecho “tu” apostolado y no “su” Apostolado!” (San Josemaría Escrivá de Balaguer). Dentro de la voluntad de Dios está, sin duda, el amarlo a Él en los hermanos. Tenemos que hacer presente su amor en el mundo. ¿Qué cosas prácticas hago por Dios en mis hermanos?

¡Qué la Gospa nos consiga de su Hijo el espíritu de oración, la intimidad con él para que seamos santos como Dios es santo!

P. Ferran Jarabo Carbonell.