Comentario del mensaje del 2 de Diciembre de 2010

“Queridos hijos, hoy oro aquí con vosotros para que encontréis la fuerza de abrir vuestros corazones y, de esta manera, conocer el inmenso amor de Dios sufriente. Gracias a ese amor Suyo, bondad y dulzura, yo estoy con vosotros. Os invito para que este tiempo particular de preparación, sea tiempo de oración, penitencia y conversión. Hijos míos, vosotros necesitáis a Dios. No podéis seguir adelante sin Mi Hijo. Cuando comprendáis y aceptéis esto, se realizará lo que se os ha sido prometido. Por medio del Espíritu Santo nacerá en vuestros corazones el Reino de los Cielos. Yo os conduzco a eso. ¡Gracias!

Mirjana Soldo tiene un encuentro de oración con la Virgen María, el día 2 de cada mes con la intención de orar, de manera especial, por “quienes no experimentan el amor de Dios en sus corazones”; según indicación de la Madre. Por tal razón, los peregrinos presentes en Medjugorje, participan de este programa especial en el sitio denominado de la Cruz Azul. El encuentro puede durar unas tres horas, y en el mismo los sacerdotes presentes meditan los misterios del rosario y algunos mensajes anteriores de la Virgen. También se canta mucho entre decena y decena. La aparición, regularmente, se da hacia las 9 de la mañana y al finalizar Mirjana da el mensaje a los peregrinos.

En el mensaje de este 2 de diciembre la Virgen comienza diciendo que en el encuentro de esta mañana estuvo orando para que todos encuentren la fuerza de abrir el corazón y “de esa manera conocer el inmenso amor de Dios”. La primera parte del mensaje está relacionada con el mensaje del 25 de noviembre anterior donde mencionó: “Ábranse. Abran sus corazones a la misericordia de Dios y El les dará todo lo que necesitan”. Este detalle es significativo: en menos de una semana 2 veces la Madre ha pedido a sus hijos que le abran el corazón a Dios. Pensamos que abrir el corazón no es difícil, lo difícil puede ser tomar la decisión de hacerlo cada día. Hoy yo puedo abrirle el corazón a Dios pero eso no significa que mañana lo pueda hacer. A nuestro modo de ver las cosas, cuando la Virgen pide que se abra el corazón a Dios, es para que todos tomemos conciencia, de que cada día se debe hacer el fuerzo abrir el corazón. Una persona puede asistir a Misa, puede confesarse, puede rezar el Rosario, puede visitar el Santísimo sin llegar nuca a abrirle el corazón a Dios. Desde luego que es importante hacer todo eso, pero más importante siempre es abrirle el corazón a Dios.

De seguro que la Madre desde el cielo ve que muchos corazones se acercan a Dios pero sin la apertura deseada. Y si no hay disposición interior no puede haber experiencia de Dios; como tampoco puede haber conversión, porque la conversión es una gracia que Dios da cuando el hombre se humilla ante Él. Entonces, la apertura del corazón a Dios es una decisión y también es un acto de amor. Una persona enamorada no tiene problemas de abrir el corazón a quien ama, porque el amor espontáneamente lo conduce a dar ese paso. La relación de amor entre dos personas, esencialmente, es una apertura del corazón: entre más se aman más se abren el uno al otro. Lo mismo pasa entre nosotros y Dios: entre más le amamos más le abrimos el corazón, y viceversa: entre menos se le ama menos se le abre el corazón. Pero como sabemos: el amor es una decisión. Por consiguiente: abrirle el corazón a Dios es una decisión. La Virgen María es sólo un instrumento, una ayuda… no es el fin de las apariciones de Medjugorje. El fin de todo es experimentar el amor de Dios y sin la apertura del corazón es imposible vivirlo.

María ayudó a la humanidad para que experimentara el inmenso amor de Dios cuando aceptó el reto de la Encarnación de Jesús en su vientre, pero sólo quienes le abrieron el corazón en tierra santa hace dos mil años lo experimentaron. Lo mismo ocurre hoy. La Virgen aparece en Medjugorje y nos invita a hacer la experiencia de Dios pero sólo quienes le abren el corazón lo experimentan.

También en el mensaje la Madre habla del “amor sufriente de Dios”. Esta expresión no es frecuente pero es real. El Amor sufriente de Dios es por la indiferencia de millones de almas que permanecen en pecado e indiferentes a Él. Y por eso se debe afirmar que, aunque en el paraíso es un estado de eterna felicidad para las almas, en él Dios no deja de sufrir al contemplar la miseria de la humanidad. De ahí que el mensaje también se debe interpretar en clave de Reparación. Es decir, es una invitación a pertenecer como los pastorcitos de Fátima al apostolado de la Reparación de este sufrimiento con la confesión sacramental, el rezo del Rosario, la Eucaristía y la comunión Primer Viernes y Primer Sábado de mes.

También la Madre dice: “Gracias a ese amor Suyo, bondad y dulzura, yo estoy con ustedes”. Las apariciones de la Virgen en Medjugorje son un don de Dios Padre para toda la humanidad. El próximo 25 de junio se cumplirán 30 años de esta bendición. Gracias a Dios, ahora hasta la Santa Sede se ha involucrado de este don al nombrar una comisión que estudie el fenómeno. Algunos miembros de esta comisión van con frecuencia a Medjugorje, oran y estudian los documentos relacionados. Están abiertos al fenómeno. Nosotros debemos orar, para que pronto (antes de que terminen las apariciones) la luz se de a conocer desde el seno de la Iglesia.

En el mensaje la Madre dice: “Los invito para que este tiempo particular de preparación, sea tiempo de oración, penitencia y conversión”. En esta expresión hay un llamado eclesial. La madre quiere que toda la Iglesia responda a la llamada general del Adviento. Todos sabemos que el Adviento es un tiempo de preparación, es una oportunidad preciosa para abrirse a los proyectos de Dios. Es tiempo de esperanza, de fe, de alegría, porque pronto vamos a celebrar nuevamente la llegada de Jesús. El mensaje de la Virgen nos recuerda que lo más importante de esta época no son las comidas, las fiestas, los adornos exteriores… si no la oración, la penitencia y la conversión. Por lo tanto, si se quiere responder a la invitación de la Madre, hay que aprender a sacar espacios y tiempos para estar más a solas con Dios, visitar el Sagrario, practicar la Lectio divina, rezar con más empeño el Santo Rosario, participar en algún encuentro de oración y repetir durante el día jaculatorias.

En relación a la Penitencia que la Madre nos pide, podríamos decir que fundamentalmente existen dos formas de hacer penitencia: la mortificación y la confesión. En relación a la primera una forma de hacer penitencia es ayunar, privarse de algunos gustos, practicar la abstinencia, la sobriedad: en bebidas, comidas, en el descanso, en el trabajo, en la diversión… Pero sin olvidar que la mejor penitencia es siempre la reconciliación con Dios y con el prójimo. Se debe hacer un buen examen de conciencia y buscar del sacerdote la absolución de todos los pecados y reconocer la misericordia de Dios. Lo mismo hacer con el prójimo: no se puede celebrar la Navidad con rencores, resentimientos, envidias, odios, celos, enemistad…. La Madre nos está invitando a todos a limpiar el corazón para que Jesús pueda nacer con fuerza en la próxima Navidad. Por eso también nos invita de nuevo a la conversión. Conversión significa: decidirse por Dios, ponerlo siempre en el primer lugar del corazón para ser feliz y vivir en paz y amor con todos. La mejor manera de vivir el Adviento es tomando la conversión con seriedad. Significa también: abrirle el corazón a Dios, escucharlo a Él primero, contar siempre con Él. Por eso la Virgen dice en el mensaje: “Hijos míos, ustedes necesitan a Dios”. Dios es plenitud y todo lo que el hombre busca. San Francisco de Asís oraba: “Mi Dios mi todo” y santa Teresa de Ávila decía: “Sólo Dios basta” Ahora todos debemos decir: “Yo amo a Dios, y para Mi Dios lo es Todo”. “Dios es mi plenitud”. “Él me hace feliz”. “Él es la razón de mi vivir”.

En el mensaje la Virgen dice: “No pueden seguir adelante sin Mi Hijo. Cuando comprendan y acepten esto, se realizará lo que se les ha sido prometido. Por medio del Espíritu Santo nacerá en sus corazones el Reino de los Cielos.” Esta parte del mensaje es una de las más importantes, la dimensión cristológica: Sin Jesús no se puede avanzar, no se puede progresar, no se puede continuar. La Virgen lo recuerda porque ve muchos corazones endurecidos, que no se abren a Jesús, que no le dedican cada día tiempo a Él. La Madre quiere que Jesús reine en cada corazón. La apertura del corazón no sólo es hacia Dios Padre sino también hacia Su Hijo. Y al decir la Virgen que cuando “se comprende y acepta esto se realiza lo que se nos ha prometido” se refiere a dos cosas: aceptando a Jesús se realiza el don de la eternidad y por otro lado, Dios nos concede lo que necesitamos. Por lo tanto el mensaje es un llamado a la conversión a Jesucristo: que Él sea la cabeza de cuanto hacemos y sea el primero en todo.

La última parte del mensaje también en muy significativa: “Por medio del Espíritu Santo nacerá en sus corazones el Reino de los Cielos. Yo los conduzco a eso. ¡Les agradezco!”. A diferencia de otros mensajes, el de este 2 de diciembre la Virgen menciona las tres Personas Divinas. Y al referirse al Espíritu Santo invita también a abrirle a Él el corazón. Es sabido que la Encarnación de Jesús se dio en María gracias al Espíritu Santo. Pero también hubo una encarnación mística en el corazón de los Apóstoles el día de Pentecostés: El Reino de los cielos descendió en ellos por medio de Jesús. Entonces la Madre quiere que hagamos esa experiencia en el Adviento: que el Reino de los Cielos descienda en el corazón. En realidad cuando se ayuna, se ora con el corazón, se practica la confesión, se perdona… es cuando el Reino de Dios desciende en el corazón. El problema es que mucha gente quiere experimentar en profundidad el Reino de los Cielos y pero no se quieren mover quieren mover. El mensaje es una oportunidad bella para reordenar la vida en función a la próxima Navidad.

Oremos:

Jesús, nuevamente te abro si algún tipo de reservas, las puertas de mi corazón. Quiero en este Adviento hacer un alto en mi vida y dedicarte el tiempo que Tu mereces. Tu Madre me quiere siempre junto a Ti. Por ello hoy me detengo a Ti nuevamente. Quiere escucharte, quiero abrirte las puertas de mi corazón con todas las fuerzas de que soy capaz. Te suplico que entre a mi corazón y que me ayudes a cambiar. Sé que necesito de Ti. Sin Ti no hay futuro ni esperanza. Muchos errores he cometido en mi vida por no haberte dado el primer lugar en mi corazón. Hoy Te recibo. No te tengo miedo. Quiero sencillamente volver a nacer en esta Navidad. Sé que tienes preparadas para mi cosas grades y bellas, pero si no te abra mi corazón no se realizarán. Por eso hoy me decido: Ven a mi corazón.

María Madre del Amor Hermoso, ayúdame a responder. Tú eres la Reina de la Paz, del Amor, de la Esperanza. Tú fuiste la mujer más feliz de la historia porque viviste al lado de Jesús. Yo también puedo ser feliz si le abro siempre la puerta de mi corazón a Tu Hijo. Quiero dejar tanta vida superficial, tantos apegos materiales y afectivos y dedicarme más a Jesús. Yo te acojo hoy nuevamente como Mi Madre y Señora de mi corazón.

Ven Espíritu Santo y desciende con poder en mi corazón como descendiste en Jesús en el Jordán. Lléname de tu unción, Dulce huésped del Alma, suave alivio. Tú eres mi Consolador. Te quiero, Te necesito. Ven Espíritu santo. Ven por María. Ven y mora en mi corazón y enséñame a vivir este Adviento.

P. Francisco A. Verar