Comentario del mensaje del 25 de Julio de 2009

“¡Queridos hijos! Que este tiempo sea para vosotros un tiempo de oración. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”

Una vez más María nos llama a la oración. En este breve mensaje es prácticamente lo único que Ella nos pide. Intentemos preguntarnos por qué es así. A qué se debe la insistencia en la oración. ¿No será que los cristianos no rezamos suficiente? ¿No será que la oración es imprescindible para gozar de la Vida Divina a la que todos estamos llamados? Es cierto que vivimos en la sociedad del ruido y del ‘sin tiempo‘. Somos personas estresadas, cansadas, agobiadas por nuestros problemas y nuestros quehaceres. Cada generación tiene sus dificultades. Satán quiere que no recemos, que no tengamos tiempo para nuestro creador, que nos olvidemos por completo de quienes somos y que sentido tiene nuestra vida. “El que trae a Dios en su corazón, ninguna otra cosa desea; ya dirigiéndose a Él únicamente, abandona cuanto puede retraerle de unirse al Señor con estrechos lazos, y se aplica todo a la contemplación de las cosas divinas” (San Clemente, sent 20. Ibid.). Hay que llevar a Dios en el corazón y no desear nada más. Eso es lo que nos tendría que mover, nada más.

La lástima es que a menudo nos mueve sólo nuestro deseo de figurar, de ser los mejores ante el mundo. Y nos olvidamos de que sólo debemos mirar lo que los ojos de Dios ven en nuestro interior.. Cuantas veces pensamos en nuestras ansias de poseer bienes materiales, dinero, el último artículo de electrónico o de moda. Y resulta que la vida eterna no se puede comprar de ninguna forma. Como nos lamentamos muchas veces de ceder con facilidad a nuestras pasiones, a la sexualidad desordenada o simplemente a deseos que quieren llenar nuestro vacío existencial. Y sólo Dios da sentido, da fuerza, da vida para siempre. “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar‘. Y os obedecería” (Lc.17, 5). El dolor, la muerte, las dificultades, todo se vive de manera diferente desde la oración. La oración es el camino de nuestro encuentro con Dios y en ese encuentro Él nos cambia la mirada. Abandonemos nuestras preocupaciones y agobios en Cristo y se abrirá un mundo nuevo ante nosotros: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré reposar” (Mt. 11, 27).
 
La oración nos impulsa a la acción y la acción se alimenta de la oración. Lo sabemos. Sabemos que si algo hacemos bien es gracias a Dios, que si nuestra acción da fruto es porque Él así lo quiere. Un cristiano sin la oración es como una fuente sin agua. De una manera especial en este tiempo recemos por los sacerdotes, celebramos el año sacerdotal decretado por Su Santidad Benedicto XVI (6/19/2009 al 6/19/2010). Ellos son maestros de oración, son los que nos conducen y llevan en sus manos a Cristo. Ellos perdonan los pecados y bautizan. Os invito a hacer esta oración escrita por Juan Pablo II y a pedir por las intenciones de todos los sacerdotes del mundo. Gracias.

ORACION POR LOS SACERDOTES

Señor Jesús, Tú has escogido tus sacerdotes entre nosotros y los has enviado a proclamar tu palabra y actuar en Tu nombre. Por ese regalo tan grande a Tu iglesia, te alabamos y te damos gracias.
Te pedimos que los llenes con el fuego de tu amor, para que en su ministerio ellos puedan revelar Tu presencia en la Iglesia. Ya que ellos son tus instrumentos aquí en la tierra, te pedimos que tu poder brille a través de sus debilidades. En sus aflicciones, que nunca se sientan aplastados; en sus dudas, nunca desalentados; en sus tentaciones, nunca destruidos; en las persecuciones, nunca abandonados. Inspíralos a través de la oración a vivir cada día el misterio de tu muerte y resurrección. En los momentos de debilidades envíales Tu Espíritu y ayúdales a alabar a tu Padre Celestial y a orar por los pobres pecadores. A través del mismo Espíritu Santo, pon tus palabras en sus labios y tu amor en sus corazones para llevar la Buena Nueva de los pobres y sanar los corazones heridos. Que el regalo de María, Tu Madre, al discípulo amado, sea Tu regalo a cada sacerdote. Concédeles que Ella, que Te formó en su imagen humana, los forme en Tu Imagen Divina, por el poder de Tu espíritu, para la gloria de Dios Padre, Amén.

“El sacerdote actúa ‘in persona Christi’.
Es Cristo quien ofrece su Cuerpo y su Sangre
bajo las especies del pan y del vino.
El sacerdote no sólo representa a Cristo:
En cierto modo, se identifica con él,
único sacerdote de la alianza nueva y eterna.”

P. Ferran Carbonell