Comentario del mensaje del 25 de Junio de 2001

Queridos hijos, estoy con ustedes y los bendigo a todos con mi bendición maternal. Hoy especialmente, cuando Dios les da abundantes gracias, oren y busquen a Dios a través mío. Dios les da grandes gracias, por eso hijitos, aprovechen este tiempo de gracia y acérquense a mi corazón para que pueda conducirlos a mi Hijo Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Estoy con ustedes y los bendigo a todos con mi bendición maternal
La Madre está con sus hijos. Desde hace 20 años en Medjugorje con su presencia ininterrumpida, confirma, día tras día, esto que hoy nos dice: está con nosotros. Estar con nosotros para la Madre de Dios significa estar junto a nosotros, más aún, venir por nosotros.
En este aniversario no podemos dejar de evocar la aparición de aquel primer día, 24 de Junio de 1981. Aquella vez, como lo hace toda vez que viene a encontrarnos, recorrió el infinito que separaba dos realidades, la nuestra terrena y la suya celestial, el tiempo y la eternidad.
Ella había dado el gran salto al que el amor la impulsaba, había sobrepasado el abismo que no es posible medir sino por la gracia y el amor, pero había escogido ubicarse a una cierta distancia de los videntes, desde donde los invitaba a acercarse mientras tapaba y destapaba al niño que tenía entre sus brazos. Esa Mujer con su Niño, envuelta en la luz, era el signo de que Cristo estaba allí y de que Ella era María, su Madre. María es el signo de Cristo, de su presencia porque es la Madre de Dios. Y con su gesto elocuente – en el silencio – mostraba que venía desde el Cielo a traernos protección.
La Virgen invitaba a acercarse pero esa tarde nadie acudía a su llamado. Por lo contrario – lo sabemos – todos, uno tras otro, huyeron. Ella había hecho todo el camino, a los chicos les bastaba dar algunos pasos para que el encuentro se produjese, sin embargo eso no ocurrió.
Recién al siguiente día acudieron a la invitación y desde entonces, porque la voluntad de aquellos videntes se unió a la voluntad de Dios, está la Virgen plenamente junto a nosotros.
Con todo lo ocurrido se nos vuelve evidente que el estar o no con nosotros depende más de nuestra voluntad, del ejercicio correcto de nuestra libertad, que de los deseos de la Santísima Virgen.
Cuando la Madre viene es algo grande, cuando la Madre es recibida es algo mucho mayor porque es recién entonces que se reciben las bendiciones que luego han de fructificar.
La Madre viene para traernos su bendición, la bendición eficaz que nos lleva a la santidad, la bendición que vence los obstáculos que nosotros ponemos a la acción de Dios, la bendición que verdaderamente nos hace libres porque nos libera de miedos. La bendición que nos aproxima a su corazón y nos ayuda a caminar en el camino de santidad.

Hoy especialmente, cuando Dios les da abundantes gracias, oren y busquen a Dios a través mío
En esta parte del mensaje querríamos detenernos en la primera palabra: hoy. Hoy puede entenderse de una manera continua, es decir, que en este tiempo Dios nos da gracias abundantes, pero también, como una referencia al mismo día del aniversario. Creemos que ambas interpretaciones son verdaderas porque Dios derrama grandes gracias en las celebraciones especiales y también porque Dios nos está regalando este tiempo, marcado por la presencia de la Santísima Virgen entre nosotros de ese modo tan especial, que es tiempo de gracia. De gracia actual, de gracia santificante, de gracia de Cristo que obra en nosotros la conversión y sana nuestras heridas consecuencia del pecado.
A continuación nos indica, una vez más, el camino, qué debemos hacer para aprovechar este exceso de generosidad de la misericordia divina: orar y buscar a Dios por medio de María.
La oración es la manifestación de nuestra voluntad de querer encontrarnos con Dios y – por sobre todo – encontrarlo buscándolo por medio de nuestra Madre del Cielo. Porque este tiempo de misericordia, de gracia, está puesto bajo María. Ella es la Enviada, quien ha venido para que no erremos el camino, quien ha venido a allanar los senderos, a conducirnos de manera segura al Salvador.
Orar es también rezarle a nuestra intercesora para que Ella una su oración a la nuestra, para alcanzar la paz que viene de la reconciliación con el Señor. Como dijo en otro aniversario: “Oro por ustedes e intercedo por ustedes ante Dios, para que comprendan que cada uno de ustedes es portador de paz. No pueden tener paz si sus corazones no están en paz con Dios. Por ellos, hijitos, oren, oren, oren porque la oración es el fundamento de su paz”.

Dios les da grandes gracias, por eso hijitos, aprovechen este tiempo de gracia y acérquense a mi corazón para que pueda conducirlos a mi Hijo Jesús
Con estas palabras explicita lo que antes nos dijo. Y nuevamente estamos ante la aproximación. La Reina de la Paz está con nosotros, junto a nosotros, nosotros hemos aceptado aproximarnos a Ella y permanecer junto a Ella, pero aún tenemos que estar más cerca, cerca de su corazón. ¿Qué significa esto? Que debemos consagrarnos a su Corazón Inmaculado entregándole todo lo que somos y todo lo que nos pertenece. Entregarle nuestro pasado con todo lo que fue, nuestro presente con todo lo que es y nuestro futuro con todo lo que será. Todo nuestro ser debe estar en María para que podamos ser todo de Dios. Acercarse a su corazón es un acto de abandono, de confiada entrega de todo aquello que nosotros no podemos llevar a cuestas, para que Ella lo transforme por la acción del Espíritu.
Es la Sabiduría divina la que ha dispuesto este camino corto y eficaz para llegar a Dios puesto que por este mismo camino Dios llegó a los hombres cuando el Verbo Eterno asumió la humanidad en el seno de María.
El fin de la consagración es el amor, amar con amor divino, amar a Dios con todas las fuerzas, con toda el alma, con todo el corazón, amarlo en su presencia eucarística y también amarlo en el hermano y en la creación.
Jesús es el Camino al Padre, es el Pontífice que une la divinidad con la humanidad, y María es el caminito, el atajo que Dios nos regala en estos tiempos para llegar a Jesús.
Recordamos particularmente un mensaje de la Reina de la Paz dado otro 25 de Junio: “Queridos hijos, estos son tiempos especiales, y por ello estoy con ustedes para amarlos y protegerlos, para proteger sus corazones de Satanás y acercarlos a todos, siempre más, a mi Hijo Jesús. Hijitos, los invito a que se abran a mí y se decidan por la conversión. Nuevamente los invito a que se abran a la oración, a fin de que en la oración el Espíritu Santo los ayude, para que sus corazones se vuelvan de carne y no de piedra”.
Desde el Corazón de María recibamos su bendición y las abundantes gracias que Dios nos está regalando en este tiempo.