Comentario del mensaje del 25 de Noviembre de 2001

Queridos hijos, en este tiempo de gracia los invito nuevamente a la oración. Hijitos, oren y preparen sus corazones para la venida del Rey de la Paz, de modo que con su bendición Él dé la paz al mundo entero. Ha comenzado a reinar la inquietud en los corazones y el odio rige en el mundo. Por eso, ustedes que viven mis mensajes sean luz y manos extendidas hacia este mundo sin fe, para que todos puedan conocer al Dios del amor. No lo olviden, hijitos, yo estoy con ustedes y los bendigo a todos. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Queridos hijos, en este tiempo de gracia los invito nuevamente a la oración
Una vez más la Madre invita a sus queridos hijos –¡y todos somos hijos muy queridos de la Santísima Virgen!- a la oración, recordando –también nuevamente- que este es tiempo de gracia. El llamado universal a la oración se explica porque la oración es esencial para cualquier actividad de nuestra vida. La Madre de Dios nos enseña, desde esta escuela de espiritualidad que es Medjugorje, que antes que nada está la oración. Luego, en cada mensaje, nos irá diciendo por cuál intención y propósito debemos orar. Por otra parte, ya nos ha dicho cómo orar: con el corazón o –como agregó en el último mensaje- con todo el corazón.

Hijitos, oren y preparen sus corazones para la venida del Rey de la Paz
El motivo por el que ahora debemos orar es para recibir a Jesús en nuestros corazones. Al orar nos comunicamos con Dios y Dios va obrando en nosotros, va sembrando las semillas del Reino. Oramos para que Dios actúe no sólo en nosotros sino también a través nuestro.

Por eso, a continuación agrega:
de modo que con su bendición Él dé la paz al mundo entero
Es decir, la oración es además de intercesión por el mundo. Oramos por nosotros, para ser receptivos a la gracia de Dios que nos sustenta y oramos para que el mundo reciba la paz que es bendición del Señor. Sólo de Él podemos recibir ese gran don que es la paz y que el mundo es incapaz de dar.
El llamado a la oración es personal y eclesial. Es el llamado que la Reina de la Paz hace a cada uno de sus hijos y a todos en conjunto.
Cuando Ella comenzó a dirigir el grupo de oración de Jelena, en Medjugorje, les pidió que rezasen con el corazón, individualmente y como grupo. La oración, de todos ellos juntos, debía ser como la de un solo corazón que palpitara.
En Hechos de los Apóstoles leemos que “todos ellos (los apóstoles) perseveraban en la oración, con un mismo espíritu (es decir, como un solo corazón), en compañía de algunas mujeres, y de María la madre de Jesús…” (Hch 1,14). La Virgen viene a recrear aquella Iglesia, y hoy miles y miles en todo el mundo, siguiendo sus mensajes, se unen en una sola oración que se eleva a Dios. Este es el milagro de Medjugorje. Estos son los frutos: los grupos de oración, empezando por las familias, que procuran orar con el corazón, y hacer en sus vidas lo que la Madre de Dios les pide.
Este plan de María, que lleva ya 20 años y 5 meses, se inició con apenas 6 chicos, a los que luego se unió toda la parroquia y el mismo párroco.
Este es el milagro de María que signa el tiempo de gracia. Esta es la gracia que Dios nos regala por medio de nuestra Madre del Cielo.

Ha comenzado a reinar la inquietud en los corazones y el odio rige en el mundo
Aquí nos describe la situación del mundo, un mundo que no conoce la paz, que es presa del temor y del odio. Por eso debemos orar, por eso debemos clamar al Cielo para que Jesucristo, Rey de la Paz, cambie el odio por amor y el temor por la paz.
Sólo Jesús puede restaurar o traernos ese Reino que es “justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14,17).

Por eso, ustedes que viven mis mensajes sean luz y manos extendidas hacia este mundo sin fe, para que todos puedan conocer al Dios del amor
La acción a la que nos exhorta es fruto de la oración. Solamente por medio de la oración es posible recibir la gracia que nos reviste de hijos de la luz y nos nutre de amor y de fortaleza para ser testigos de la fe y del amor del Señor en medio de un mundo ateo y en rebelión contra Dios.
Nuestras vidas, aún sin mediar palabras, deben hablar de Dios. Como nada podemos dar sin antes haberlo recibido, oremos para ser iluminados por el Espíritu, para poder reflejar la luz en las tinieblas del ateísmo. Oremos para recibir el don del amor y poder tener entrañas de misericordia hacia el que está triste y desamparado, hacia el que no conoce el amor de Dios, hacia el que está sumido en sombras de muerte. Nuestra Madre, Nuestro Señor quieren tocar todas esas vidas y cuentan con nuestras manos para alcanzarlas.
Finalmente, porque sabe muy bien que lo necesitamos, nuevamente nos repite:

No lo olviden, hijitos, yo estoy con ustedes y los bendigo a todos
Que ante las pruebas, a las que estamos continuamente sometidos, no olvidemos estas palabras tan consoladoras que provienen del Corazón Inmaculado de María. Ella está con cada uno de nosotros, sus hijos, y a cada uno nos está bendiciendo con su bendición de Madre, de Madre de Dios.