Mensaje del 25 de Febrero de 1999

Queridos hijos, hoy también estoy con ustedes de una manera especial, contemplando y viviendo en mi Corazón la Pasión de Jesús. Hijitos, abran sus corazones y denme todo lo que hay en ellos. Las alegrías, las tristezas y todo dolor, aún el más pequeño, para que pueda yo ofrecerlos a Jesús y para que Él, con su inconmensurable amor, queme y transforme sus tristezas en el gozo de su Resurrección. Es por eso que ahora los llamo, hijitos, de un modo particular, a que abran sus corazones a la oración, y así, a través de ella, puedan volverse amigos de Jesús. Gracias por haber respondido a mi llamado.