Mensaje del 9 de Octubre de 1986

Queridos hijos, ustedes saben que quiero conducirlos por el camino de la santidad pero no deseo obligarlos a ser santos por la fuerza. Deseo que cada uno de ustedes se ayude a sí mismo y me ayude a mí mediante pequeños sacrificios personales, de manera que pueda guiarlos a estar cada día más cerca de la santidad. Por eso, queridos hijos, no quiero obligarlos a que vivan mis mensajes, pero este largo tiempo que estoy con ustedes es señal de que los amo inmensamente y deseo que cada uno sea santo. Gracias por haber respondido a mi llamado.